martes, junio 19, 2007

Espartanos



Esparta fue una ciudad-estado de la antigua Grecia situada en la península del Peloponeso, y una de las polis (ciudades) griegas más importantes en el siglo VII a.C., junto con Atenas y Tebas, gracias a las reformas políticas y sociales de Licurgo, quien repartió la tierra entre los ciudadanos en lotes iguales. También instauró un sistema político demócrata donde el pueblo tomaba las decisiones bajo el consenso del senado, o consejo de ancianos, y los reyes, dos, de ahí que ninguno de ellos pudiese ser monarca. La manera de elegir el senado se basaba en la aclamación popular sobre cada uno de los candidatos y que era valorado por un grupo de jueces encerrados en una especie de caseta sin ventanas, para así no poder ver a los candidatos.

Las monedas espartanas eran de hierro, y con un valor inferior a su peso en hierro, porque se las templaba con vinagre para que el metal no pudiera reutilizarse. Además, eran grandes y pesadas para dificultar los robos y evitar la codicia, o al menos, ponerla en evidencia, ya que un hombre rico necesitaría un granero para guardar su fortuna. Además, era una forma de impedir el asentamiento en Esparta de extranjeros codiciosos, a quienes se les veía con enorme recelo.



Aunque todos los ciudadanos de Esparta, unos 20.000 en su máximo esplendor, eran iguales ante la ley, no todos los habitantes eran ciudadanos. La mayor parte eran periecos, hombres libres pero sin derechos, o ilotas, esclavos, que trabajaban para los espartanos. La base del sistema residía en la educación, cuanto mejor fuera cada ciudadano, mejor y más fuerte seria el Estado. En cuanto a la religión, realizaban rituales y veneraban a los dioses así como las leyes del legislador Licurgo.

Las mujeres espartanas, famosas por su esbeltez y fortaleza, disponían de igualdad ante el varón. Eran las administradoras de los hogares, y se casaban a los 20 años, bajo un curioso ritual. Se dejaban raptar por el hombre que ellas elegían y, después de eso, las relaciones entre ellos se alargaban una temporada durante la cual cada uno vivía en su casa. Los encuentros eran secretos, breves y en completa oscuridad, sin mediar tiempo de convivencia, para mantener sus cuerpos “recientes en el amor, por dejar siempre en ambos la llama del deseo y de la complacencia”, como escribió Plutarco.

Los Espartanos

La infancia del espartano era muy dura, constantemente eran sometidos a pruebas, con el objetivo de conseguir los mejores soldados. Recién nacidos, se les examinaba meticulosamente, y si poseían alguna malformación se les abandonaba o despeñaba desde el monte Taigeto. Los niños sanos vivían hasta los siete años con sus padres. Luego, el Estado se hacía cargo de los varones, haciendo hincapié en liberarlos de los miedos infantiles, la oscuridad, la soledad y las supersticiones. A veces, los educadores promovían peleas entre ellos con el fin de estudiar sus cualidades y su valor individual. Les hacían pasar hambre y frío, correr descalzos por lugares pedregosos y dormir sobre cañas que ellos mismos cortaban con las manos. Se les exigía obediencia ciega e incluso les estaba permitido robar comida, pero si los descubrían eran castigados, que iban desde morderles el pulgar hasta darles latigazos, no por haber robado, sino por haber sido sorprendidos.


La sociedad espartana era muy estricta, los recién nacidos que sufrían alguna malformación eran sacrificados en el monte Taigeto…

Los espartanos desde pequeños también eran inculcados en un sentimiento patriótico. Sirva de anécdota del espartano que, en lugar de sentirse humillado por no haber sido elegido entre los 300 mejores ciudadanos, como él pretendía, regresó de la elección muy contento de que hubiese en la ciudad 300 mejores que él. A los 30 años, después de haber superado las continuas pruebas, tenían la obligación de casarse y se les prohibía viajar al extranjero así como poseer oro y plata, aunque si quedaban sin nada, hasta el punto de no poder contribuir a las comidas en común (Fidia), se les retiraba la ciudadanía.

Batalla de las Termópilas

La famosa batalla de las Termópilas (fuentes calientes) tuvo lugar en un paso estrecho entre las montañas y el mar, acceso a Grecia desde el norte. Tenía una longitud de 2,5 km y en algunos puntos su anchura se reducía a tan solo 15 metros. En el verano del año 480 a.C., el rey persa Jerjes condujo un numeroso ejército, según Heredoto compuesto por dos millones de hombres. Por el contrario, las tropas griegas estaban formadas por unos siete mil hombres de diferentes ciudades, bajo el mando del Rey Leónidas, que iba acompañado de los trescientos espartanos de su guardia real. Éstos se preparaban para el combate haciendo ejercicios atléticos, limpiando sus armas, e incluso peinándose y arreglándose el cabello.

La noche previa al combate, un desanimado soldado de Traquis comentó que al día siguiente, cuando los persas atacaran, sus flechas taparían el sol, a lo que un espartano llamado Dienekes respondió: " Tanto mejor, así pelearemos a la sombra". La primera avanzadilla persa fue repelida sin complicaciones por la falange espartana, por lo que el general persa envió a la guardia real persa, los llamados diez mil inmortales, convencido de que estas tropas escogidas aniquilarían fácilmente a los ya cansados griegos. Con el crepúsculo cesó la batalla sin que hubiesen podido penetrar, a pesar la gran bravura de los persas.


El desfiladero de las Termópilas, de 2’5 km de longitud, tiene tramos de tan sólo 15 de anchura… El rey persa descubrió un modo de vencer a los espartanos gracias al traidor, Efialtes, quien, tras asegurarse una suculenta recompensa, informó a Jerjes de que existía un sendero que, rodeando el monte Kalidromos, salía al otro lado del paso, donde sorprenderían a los espartanos por la retaguardia. Al descubrir la maniobra envolvente de los persas, Leónidas ordenó que todas las tropas griegas abandonaran el lugar de inmediato, así se salvarían y podrían volver a combatir más adelante. Sin embargó, decidió quedarse él con los trescientos espartanos para permitir a la flota griega replegarse de Atenas de una forma ordenada. Junto a ellos también permanecería los setecientos hoplitas tespieos, al negarse a obedecer la orden de retirada y abandonar a los espartanos.

Finalmente, la batalla concluyó con un retroceso de la infantería persas, debido a su continuo número de bajas por parte de los ya heridos y exhaustos griegos, y un ataque de los arqueros. Los pocos espartanos y tespieos que aún quedaban en pie sucumbieron a una lluvia de flechas. Los espartanos, que se consideraban a sí mismos descendientes de Heracles (Hércules), también murieron en el mismo lugar que el héroe...

Referencias:
http://www.portalplanetasedna.com.ar/espartanos.htm
http://www.nueva-acropolis.es/FondoCultural/historia/Historia-3.htm

 
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